pompeta
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La gripe que viene: la conspiración de la gripe del pollo
Todos conocemos ya a estas alturas el problema de los laboratorios farmacéuticos, auténticos imperios multinacionales y supragubernamentales. En la sociedad del consumo incluso la salud es un mercado que sólo funciona si existe la enfermedad, o, al menos, el miedo a ella.
El último caso en este juego en el que es más importante el dividendo que la propia vida se llama gripe aviar. Llama mucho la atención una serie de noticias de hace ya varios meses en las que se prohibía el uso, por razones de seguridad sanitaria, del llamado anís estrellado, un compuesto muy usado en medicina natural para tratar algunos trastornos menores en niños. La prohibición se daba al menos en España y Estados Unidos por parte, respectivamente, del ministerio de Sanidad del anterior gobierno, y de la agencia americana del medicamento durante la actual administración Bush.
El anís estrellado se utiliza desde siempre para la medicina natural y también en la gastronomía oriental, de donde procede. La producción de anís estrellado se da en ciertas zonas de China y de forma bastante limitada por las características de la planta que sólo puede cosecharse en un período concreto del año.
Hasta aquí os he presentado al anís estrellado, llamado así por su forma característica de estrella, pues bien, curiosamente este anís es el componente básico del Tamiflu, el principal antiviral conocido para el tratamiento de la gripe aviar y que fabrica en exclusiva la multinacional Roche, quien determina por tanto la producción mundial del anís estrellado.
No deja de sorprender este hecho, pues es bastante fácil unir este dato con la prohibición del anís por motivos poco claros en Estados Unidos y España, y el creciente bombardeo informativo que nos llega al respecto de la posible propagación al ser humano del virus de la gripe del pollo.
Todos sabemos que España está adquiriendo varios millones de dosis de este antiviral basado en el anís estrellado. Todos sabemos que el último plan de Bush para luchar contra la terrible pandemia que se avecina es la compra de unos 20 millones de dosis de Tamiflu. Todos sabemos, o imaginamos, la gran cantidad de millones de euros y dólares que se están moviendo en todo el mundo por la amenaza de un virus tan terrible.
Un dato más:: el virús de la gripe aviar se conoce desde 1997. En ocho años de vida conocida el virus se ha cobrado la friolera de 60 muertos en todo el mundo.
¿Es un dato suficiente como para generar el miedo que nos llega a manos llenas desde los medios de comunicación y los organismos internacionales? ¿Es suficiente para que los gobiernos estén hipotecando los presupuestos de sanidad de medio mundo? ¿No existen, en caso de que realmente se pueda convertir en una amenaza, otras alternativas de investigación antes que gastar todo el dinero en un antiviral que actúa simplemente sobre los síntomas sin poder curativo real? ¿No será que seguimos sobreviviendo en una sociedad basada en la cultura del miedo?
Y es que no hay nada como tirar del hilo, justo cuando hace casi una semana le dábamos vueltas al asunto de nuestras sospechas sobre la gripe aviar, ya se estaba levantando la manta en Estados Unidos con toda la verdad, indignante verdad, sobre el asunto.
Las sospechas sobre la conspiración del Tamiflu se han revelado absolutamente ciertas e implican, ni más ni menos, que a uno de los famosos secretarios del gobierno de Bush, uno de los principales halcones de uno de los gobiernos más vergonzosos que ha dado la historia de este terrible país. Se trata de Donald Rumsfeld, uno de los firmantes del proyecto Nuevo Siglo Americano con el que hace una década nos sorprendieron los neoconservadores hablando de la necesidad de dar un golpe de mano internacional para situar la política mundial en los grados de guerra y tensión actuales, necesarios para que el poder armamentístico americano pudiera seguir mostrando su vigencia. Pero de este tema deberíamos hablar otro día...
La historia comienza también en la década de los noventa, antes de que Rumsfeld fuera nombrado secretario de defensa. En 1996 la empresa, cómo no norteamericana, Gilead Sciences Inc. patenta el Tamiflu como medicamento contra varios tipos de gripe. Un año después, curiosamente el año en que se descubre el virus de la gripe aviar, Rumsfeld es nombrado miembro del consejo de administración de la empresa, la cual llega a un acuerdo con la multinacional Roche para distribuir el medicamento a cambio de un 10% de las ventas. La pasada semana, dada la creciente polémica que ya se mascaba, Rumsfeld comunicó que se inhibiría en cualquier decisión que tomara el gobierno Bush sobre el tema de la gripe aviar, siempre que afecte a Gilead Siences Inc. Su paso atrás llega algo tarde, Estados unidos ha ordenado la compra de 20 millones de dosis de Tamiflu por valor de 2 mil millones dolares, y ha presentado un presupuesto para la crisis de hasta 8 mil millones, afirmando que la pandemia podría acabar con la vida de unos dos millones de norteamericanos. Dos mil millones de dólares en ventas sólo este año y sólo en USA, saquen la calculadora.
Eso sí, Rumsfeld no ha decidido en ningún momento renunciar a las acciones que le pertenecen en Gilead, y sigue siendo a día de hoy uno de los principales inversores en la firma que patentó Tamiflu. Un compuesto que, por otro lado, no podemos olvidar que no sirve para nada en caso de que la tan cacareada pandemia (nunca mejor dicho), se haga realidad. Como se viene constatando, Tamiflu es solamente un antiviral que ataca los síntomas de la gripe, no tiene ningún poder curativo. Es más, en el caso improbable de que la gripe mute y sea capaz de contagiarse de humano a humano, el Tamiflu sería aún más un remedio inútil, ya que no podemos luchar comprando millones de dosis de medicamentos contra un virus que, a día de hoy, ni siquiera existe.
¿Estamos dilapidando los presupuestos en sanidad de nuestros gobiernos comprando un medicamento que no sabemos si tendrá el más mínimo poder sobre la enfermedad que nos acecha? La respuesta es sí, y uno de los beneficiados ya lo conocemos: Donald Rumsfeld.
Todos conocemos ya a estas alturas el problema de los laboratorios farmacéuticos, auténticos imperios multinacionales y supragubernamentales. En la sociedad del consumo incluso la salud es un mercado que sólo funciona si existe la enfermedad, o, al menos, el miedo a ella.
El último caso en este juego en el que es más importante el dividendo que la propia vida se llama gripe aviar. Llama mucho la atención una serie de noticias de hace ya varios meses en las que se prohibía el uso, por razones de seguridad sanitaria, del llamado anís estrellado, un compuesto muy usado en medicina natural para tratar algunos trastornos menores en niños. La prohibición se daba al menos en España y Estados Unidos por parte, respectivamente, del ministerio de Sanidad del anterior gobierno, y de la agencia americana del medicamento durante la actual administración Bush.
El anís estrellado se utiliza desde siempre para la medicina natural y también en la gastronomía oriental, de donde procede. La producción de anís estrellado se da en ciertas zonas de China y de forma bastante limitada por las características de la planta que sólo puede cosecharse en un período concreto del año.
Hasta aquí os he presentado al anís estrellado, llamado así por su forma característica de estrella, pues bien, curiosamente este anís es el componente básico del Tamiflu, el principal antiviral conocido para el tratamiento de la gripe aviar y que fabrica en exclusiva la multinacional Roche, quien determina por tanto la producción mundial del anís estrellado.
No deja de sorprender este hecho, pues es bastante fácil unir este dato con la prohibición del anís por motivos poco claros en Estados Unidos y España, y el creciente bombardeo informativo que nos llega al respecto de la posible propagación al ser humano del virus de la gripe del pollo.
Todos sabemos que España está adquiriendo varios millones de dosis de este antiviral basado en el anís estrellado. Todos sabemos que el último plan de Bush para luchar contra la terrible pandemia que se avecina es la compra de unos 20 millones de dosis de Tamiflu. Todos sabemos, o imaginamos, la gran cantidad de millones de euros y dólares que se están moviendo en todo el mundo por la amenaza de un virus tan terrible.
Un dato más:: el virús de la gripe aviar se conoce desde 1997. En ocho años de vida conocida el virus se ha cobrado la friolera de 60 muertos en todo el mundo.
¿Es un dato suficiente como para generar el miedo que nos llega a manos llenas desde los medios de comunicación y los organismos internacionales? ¿Es suficiente para que los gobiernos estén hipotecando los presupuestos de sanidad de medio mundo? ¿No existen, en caso de que realmente se pueda convertir en una amenaza, otras alternativas de investigación antes que gastar todo el dinero en un antiviral que actúa simplemente sobre los síntomas sin poder curativo real? ¿No será que seguimos sobreviviendo en una sociedad basada en la cultura del miedo?
Y es que no hay nada como tirar del hilo, justo cuando hace casi una semana le dábamos vueltas al asunto de nuestras sospechas sobre la gripe aviar, ya se estaba levantando la manta en Estados Unidos con toda la verdad, indignante verdad, sobre el asunto.
Las sospechas sobre la conspiración del Tamiflu se han revelado absolutamente ciertas e implican, ni más ni menos, que a uno de los famosos secretarios del gobierno de Bush, uno de los principales halcones de uno de los gobiernos más vergonzosos que ha dado la historia de este terrible país. Se trata de Donald Rumsfeld, uno de los firmantes del proyecto Nuevo Siglo Americano con el que hace una década nos sorprendieron los neoconservadores hablando de la necesidad de dar un golpe de mano internacional para situar la política mundial en los grados de guerra y tensión actuales, necesarios para que el poder armamentístico americano pudiera seguir mostrando su vigencia. Pero de este tema deberíamos hablar otro día...
La historia comienza también en la década de los noventa, antes de que Rumsfeld fuera nombrado secretario de defensa. En 1996 la empresa, cómo no norteamericana, Gilead Sciences Inc. patenta el Tamiflu como medicamento contra varios tipos de gripe. Un año después, curiosamente el año en que se descubre el virus de la gripe aviar, Rumsfeld es nombrado miembro del consejo de administración de la empresa, la cual llega a un acuerdo con la multinacional Roche para distribuir el medicamento a cambio de un 10% de las ventas. La pasada semana, dada la creciente polémica que ya se mascaba, Rumsfeld comunicó que se inhibiría en cualquier decisión que tomara el gobierno Bush sobre el tema de la gripe aviar, siempre que afecte a Gilead Siences Inc. Su paso atrás llega algo tarde, Estados unidos ha ordenado la compra de 20 millones de dosis de Tamiflu por valor de 2 mil millones dolares, y ha presentado un presupuesto para la crisis de hasta 8 mil millones, afirmando que la pandemia podría acabar con la vida de unos dos millones de norteamericanos. Dos mil millones de dólares en ventas sólo este año y sólo en USA, saquen la calculadora.
Eso sí, Rumsfeld no ha decidido en ningún momento renunciar a las acciones que le pertenecen en Gilead, y sigue siendo a día de hoy uno de los principales inversores en la firma que patentó Tamiflu. Un compuesto que, por otro lado, no podemos olvidar que no sirve para nada en caso de que la tan cacareada pandemia (nunca mejor dicho), se haga realidad. Como se viene constatando, Tamiflu es solamente un antiviral que ataca los síntomas de la gripe, no tiene ningún poder curativo. Es más, en el caso improbable de que la gripe mute y sea capaz de contagiarse de humano a humano, el Tamiflu sería aún más un remedio inútil, ya que no podemos luchar comprando millones de dosis de medicamentos contra un virus que, a día de hoy, ni siquiera existe.
¿Estamos dilapidando los presupuestos en sanidad de nuestros gobiernos comprando un medicamento que no sabemos si tendrá el más mínimo poder sobre la enfermedad que nos acecha? La respuesta es sí, y uno de los beneficiados ya lo conocemos: Donald Rumsfeld.
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