SABIAS QUÉ...?
EPIDEMIA DE RISA EN KASHASHA TANZANIA, 1968.
Si eres de los que se le contagia muy fácil la risa ajena, probablemente no hubieras sobrevivido a lo que le sucedió a un pueblo de Tanganika el 30 de enero de 1962.
Así lo cuentan dos médicos que recopilaron los hechos: en un colegio misionero femenino del pueblo de Kashasha, en la costa de lo que actualmente conocemos como Lago Victoria (Tanzania), tres alumnas empezaron a bromear. Su risa mutó de normal a nerviosa, dejando de ser tanto una manifestación del humor como algo más inquietante. Las chicas no paraban de reír histéricamente. La risa, esa tradicional válvula de escape, era ahora una reacción terrorífica.
Sin saber muy bien cómo, el resto de la escuela empezó a contagiarse de este efecto, y para las pocas horas 95 de las 159 asistentes al colegio también proferían carcajadas durante horas, 16 horas seguidas en los casos más graves.
Estos fueron los hechos que llamaron la atención de los médicos: por un lado, el colegio de Kashasha operaba también como residencia. Las chicas dormían en cuartos comunitarios distribuyéndose en habitaciones con niñas de diversas edades. Las afectadas no se localizaban en puntos concretos de la residencia, no había habitaciones donde todas sufriesen la histeria a la vez, sino que se distribuían por todo el centro. Ninguno de los dos europeos y tres africanos que ejercían como profesores sufrió ataque de pánico incontrolable alguno.
Intentando poner coto al fenómeno, se cerró la residencia y el colegio durante un mes. Las niñas fueron a sus casas, pero en vez de pararlo, lo extendieron mucho más: al cabo de diez días se observó casos de risa incontrolable a 80 kilómetros del colegio.
Cinco meses después el recuento final en esta área de 10.000 personas fue de 217 personas atendidas y en torno a 1.000 afectados. Lo padecieron chicos y chicas indistintamente, niños pero también algún que otro joven, y mayoritariamente chavales iletrados y de economía modesta. Los ataques de cada paciente duraban una media de entre cuatro y ocho horas, con un caso conocido de 16 días consecutivos, y después de que se le pasase el ataque solían sufrir uno o dos más. Nadie tuvo más de cuatro ataques.
Aunque nos imaginamos estos raptos como algo cómico, la comedia era el último de los sentimientos predominantes durante esos episodios: a la risa se le sumaba el llanto, los problemas respiratorios, una inquietud general del sujeto, manifestación de violencia hacia los demás y, en algunos casos puntuales, paranoia, con niñas comentando que había sujetos demoníacos persiguiéndolas.
¿Habría sido la harina de maíz contaminada? ¿Puede que un nuevo virus? ¿Tal vez una maldición sobrenatural? Las muestras sanguíneas que se enviaron a los laboratorios volvían con un NAD, "Nada Anormal Detectado". Hay incluso quien sospechó que todo podría haber sido tergiversado o inventado. Esta hipótesis fue perdiendo fuerza con los años. Por una razón muy sencilla: porque se observaron otros brotes de súbitas epidemias sociales la mar de extrañas.