Siberian Husky
Con el alma y mente puestos en mi madre
- El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) apelará, por enésima oportunidad desde 1993, al llamado voto útil (o instrumental), en esta ocasión apelando a construir una mayoría que permita detener a todo bloque de gobierno alternativo en que figure eventualmente Vox. Por increíble e indecible que resulte, y dada su magra (y cuasi inexistente) acción de gobierno, en la que la principal medida adoptada con éxito ha supuesto la del incremento del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) a los 900€, en virtud de un acuerdo parlamentario con Unidos Podemos, del que se incumplió en su mayoría, quedando en agua de borrajas, conseguirá su propósito, remontando unos puntos, con respecto al escuálido 22% que despachó en junio de 2016. Rebasará el centenar de diputados, a costa, sobre todo de UP, y en menor medida, de Ciudadanos. Pero puede que el triunfo no le sirva para continuar al frente del Ejecutivo, tras la moción de censura a Mariano Rajoy que le restableció en el Gobierno de España.
- El Partido Popular (PP), por su parte, decrecerá del 33% al veintipoco por ciento del voto válido emitido (en segundo lugar), teniéndose presente la fragmentación del espacio político-electoral de la derecha en tres fuerzas, algo inédito en nuestro sistema político (tendríamos que remontarnos a 1979, cuando confluyeron al Congreso Unión de Centro Democrático -UCD-, la Coalición Democrática (aka Alianza Popular) de Fraga y Areilza, y Fuerza Nueva, de Blas Piñar), con representación parlamentaria todas ellas. Ha optado por atenerse al principio elemental en todo manual de primero de Ciencia Política: en una situación de serio compromiso, apelar a las esencias, a fin de evitar la fuga y escape por tu propio caladero, en favor de Vox, para, así, garantizar la plena adhesión, en bloque, de los electores de tu propia parcela, y, a partir de ahí, converger hacia polos más templados. Sólo así se justifica, con ello, la derechización evidente de su discurso, cuasi indiferenciable, en algunos temas, al exhibido por los de Santiago Abascal. Su única esperanza radica en emular el acuerdo a tres fraguado con éxito en Andalucía.
- A Unidos Podemos (UP) le presagio un ostensible retroceso, del 21% de 2016 -a un solo punto del PSOE, oportunidad histórica, sin duda, desperdiciada de materializar el sorpasso y liderar, consigo, el bloque de centro-izquierda en nuestro país-, a un 15% (suponiendo una suerte de Izquierda Unida reforzada). El cerrojazo informativo deliberado del que ha sufrido en el último año por el establishment mediático, amén de múltiples errores propios, disensiones internas en muchas agrupaciones (Cantabría, Extremadura, País Vasco, Madrid...) y la adopción de una posición política en temáticas en las que la derecha ha conseguido imponer su encuadre (Cataluña), va a pasarle factura. Además, parece haber perdido la vitola de candidatura con proyección real de gobierno, en favor del PSOE. Sangría rumbo al PSOE -como siempre ha venido sucediendo a la izquierda de los socialistas- y/o a la abstención. Aunque, puede que la aversión a Vox le permita contener al máximo sus pérdidas, suponiendo toda una sorpresa inesperada. Será, con casi total presumibilidad, cuarta fuerza en la Cámara Baja (no tercera, como ahora).
- En mi opinión, y contraviniendo el sentir general en la demoscopia española, Ciudadanos se estrellará con respecto a las expectativas de que él se deparan (y si no fuera éste último, lo será el Partido Popular). Le comportará una funesta jugada su equidistancia en la asunción de acuerdos con otras fuerzas políticas (PP, PSOE), pues el electorado medio conservador -del que se ha nutrido especialmente Albert Rivera, proveniente del PP, encarnando casi dos tercios de su base social vigente- no perdona, bajo ningún concepto, la ambigüedad a la hora de conformar un pacto integral a tres, en el seno de la derecha. Alcanzará la tercera posición, sin aproximarse al veinte por ciento, más cercano a Vox que del ganador de los comicios, el PSOE.
- Por último, Vox. Le penalizará concurrir a circunscripciones electorales en que deban repartirse menos de seis escaños (aproximadamente, el 60% del total de circunscripciones). Con lo cual, en un escenario a cinco, puede que alguna lista se quede excluida de optar, al menos, a un acta de diputado. Pero en los grandes bastiones fuertes del PP de antaño, detentará un resultado tan asombrosamente notable, como perturbador para el interés general. Ascenderá a los dos dígitos (es decir, mínimo un 10% del voto válido a nivel estatal), y con capacidad de influencia en el bloque (a tres) de la derecha, mayor si cabe, que en Andalucía.
Por consiguiente, el escenario que se abrirá tras el cierre del proceso electoral coadyuvará a dirimirse entre dos opciones, de sumar en términos de suficiencia aritmética:
- Un acuerdo de investidura, de legislatura, o de gobernación en coalición, entre el PSOE y Ciudadanos.
- O lo mismo, pero protagonizado por el bloque de derechas (PP, Ciudadanos y Vox), como en Andalucía.
Ahí se abrirá un abanico de cuatro posibilidades:
- Que el PSOE, naturalmente, se oponga. El tridente derechista se abriría camino a intentarlo.
- Que el PSOE acepte, presionado por el establishment interno presente en su partido (con dirigentes históricos a la cabeza), como en el plano de lo institucional. Todo dependerá de la obtención, o no, de mayoría absoluta entre ambos. De ser así, gobernarán, pero ello implicaría el principio del fin de Ciudadanos como fuerza política operativa, y con aspiraciones reales, en nuestro país. La derecha se lo hará pagar con creces, cobrándose, lenta y agónicamente, la misma factura que, en su día, hizo con el Centro Democrático y Social (CDS) y Unión, Progreso y Democracia (UPyD).
- Que el PSOE y Ciudadanos se hallen próximos a la absoluta, pero precisen del concurso de un tercero. Reactivarán la maquinaria del cerco, contra viento y marea, sobre Unidos Podemos para que éste se abstenga (como pretendieron, baldíamente, a comienzos de 2016), sumiendo a la izquierda en el brete de abogar por un gobierno continuista y de perfil neoliberal, o el de otorgar un balón de oxígerno a PP y Vox.
- Que el tridente derechista compute mayoría absoluta (PP, Ciudadanos y Vox).
Recuerden que, en Andalucía, poco más del 58% del censo concurrió a las urnas (un porcentaje, aun en autonómicas, extraordinariamente bajo y excepcional, de desmovilización), posibilitando el devenir de los acontecimientos posteriores.
¿Cabrá, por tanto, reacción alguna en el electorado progresista frente a lo sucedido en diciembre pasado en Andalucía -pues la derecha sociológica, se entiende, se movilizará masivamente, al sentirse representada en todas sus sensibilidades-? ¿Las derechas conseguirán el fin perseguido? ¿O el PP sufrirá lo contraído por el PSOE e IU en 2000; o por Unidos Podemos en 2016, cuando por separado aunó un mayor número de votos en 2015 -presentándose cada uno con sus siglas, esto es, Podemos e Izquierda Unida-?
En todos los casos, los establishment político, económico y mediático habrán triunfado, consiguiendo que haya calado su posición política frente a la alternativa -personificada, fundamentalmente, por Unidos Podemos y confluencias, y los partidarios del derecho a decidir en Catalunya-: excluirles del ámbito principal de decisión en la próxima legislatura. Y todo gracias a Vox, enésimo comodín lanzado al aire, con el que sumir al electorado en la tesitura de decantarse por el mal menor, para hacer frente a otro de signo aparentemente mayor. El status quo, inalterable, al menos, durante otros cuatro años más (o los que perdure el nuevo mandato). Ya se encargarán de prefabricar en el futuro otro artefacto que sitúe al personal en la necesidad de reforzar su alineamiento y adhesión a lo conocido, con independencia de la muy mala situación que éste presente, que por abrir una nueva etapa, entrañando una ruptura integral que permita atacar de fondo, y de raíz, los problemas endémicos que aquejan y devastan al conjunto de la sociedad española y a sus instituciones.
Porque en la era de la democracia de audiencia de nuestro tiempo, lo importante no descansa en el liderazgo. Tampoco en el proyecto que pueda presentarse. Sino en el encuadre. Es decir, la interpretación que de una situación, o un hecho real (o no), el creador de opinión produzca, reproduzca y extienda a una opinión publica(da), la cual, irreflexiva, adoptará como un dogma de fe irrebatible, sin contrastar robustamente la solidez de las ideas-eje propaladas al vuelo.
Hasta que las izquierdas no recapaciten en torno al último punto que acabo de esgrimir, y no persigan que su encuadre compita dignamente, primero, con el de la derecha; y, segundo, termine imponiéndose por la fuerza de los hechos, comparecerá a la liturgia del acto electoral con las manos amputadas y sin posibilidad de abrirse camino a transformar la realidad social y las estucturas económicas, productivas y culturales del país, desde el único ámbito en que éstas se modelan, alteran y cambian, de manera efectiva y real: el poder.
Última edición: