Siberian Husky
Con el alma y mente puestos en mi madre
CUESTIONANDO LA 'SABIDURÍA CONVENCIONAL' PROPAGADA POR EL ESTABLISHMENT POLÍTICO-ECONÓMICO-MEDIÁTICO EN ESPAÑA, con motivo de la apertura del flamante año estrenado, 2015:
Si nos topáramos con cualquier militante, simpatizante, o elector 'viscoso' (según la terminología empleada por la socióloga electoral Irene Delgado Sotillos, esto es, fidelizado a unas siglas, en más de una elección consecutiva, con independencia de los vaivenes acaecidos en el seno de una legislatura) afín al Partido Popular -y que aún no hubiera optado por la deserción de sus filas-, exclamaría -y, de hecho, me consta que no cesarán de bombardearos a lo largo de los dos próximos trimestres, con motivo de la proximidad de las citas electorales por revalidar-, lo siguiente:
-"La recuperación microeconómica no ha tenido aún lugar; en cambio, la macroeconómica comienza a constituir un hecho; y esa mejora aparente de tales indicadores no podría ponerse en entredicho, entregando de nuevo el poder en manos de la izquierda, y mucho menos, en pos del tan demonizado diablo rojo y antiespañol, bolivariano, Podemos. Así que obrad en consecuencia, y votad con criterio y rigor".
Os resultan sumamente familiares tales sentencias, ¿verdad?
Pues bien; voy a proporcionaros munición -o convenceros, de manifestar profusamente filiación hacia la derecha- para que ceséis de hilvanar ensoñaciones fundadas en el vacío de la nada, y para que una mentira, por muy bien edulcorada, o por muy insistente que resida su propagación, por parte del poder financiero, el cual controla la mayoría de medios de 'desinformación' (privados), o el partido en el gobierno (públicos; Telemadrid, Castilla-La Mancha Televisión; la extinta, hasta 2013, Canal Nou; Canal Sur -en el supuesto socialista-, etcétera), no se convierta en realidad. Porque, amigos míos, las estadísticas se encuentran, de ser recabadas en tiempo y forma, a disposición de cualquiera mínimamente interesado en la revelación de la verdad, fundamentada en el análisis racional, imparcial e incontestable de las cifras económicas.
Comencemos, pues. La prima de riesgo ha decrecido por debajo, por primera vez desde 2010, de los 100 puntos. Se prevén unos resultados, derivados de la temporada estacional de las rebajas de comienzos de año, más moderadamente positivos, con respecto a los padecidos tiempo atrás. Ratios de actividad productiva levemente superiores a las de mensualidades previas. Y de ocupación hotelera, cifrada en pernoctaciones en temporada turística elevada. O de confianza del consumidor.
Pues bien; macroeconómicamente hablando, esos guarismos se tornan irrebatibles. No pueden ser desmentidos. Porque, de esbozarse una mínima muestra de rebatimiento, vendría a reprendernos, commo mínimo, de antipatriotas -¿acaso no existe mayor atentado contra la patria que uno tanto ama fervorosamente, que el hecho de proyectar políticas al dictado del poder financiero transnacional y las agencias de calificación especulativas; así como evadir impuestos al fisco, depositándolos en paraísos fiscales de dudosa reputación y detección por la Agencia Tributaria?-, el acólito de derechas de toda la vida, sosteniéndonos, con una mezcla de altivez y reproche digno de fábula:
-"¿Por qué sois tan cenizos, cuando, en primer lugar, negásteis la crisis y, con posterioridad, la recuperación?".
Tranquilo, estimado votante de derechas. Serénate. Sin acritud. Si la recuperación macroeconómica es un hecho, nadie lo cuestiona -aunque tres millones de niños en nuestro país padezcan malnutrición; cinco millones de desempleados; contratos parciales de una hora de duración, algunos, sin remunerar; un incremento del salario mínimmo interprofesional, cifrado para 2015, de apenas tres euros de saldo, muy por debajo del diferencial del IPC para el mismo período -ello se traduce en una consiguiente pérdida del poder adquisitivo de los asalariados; dos mil imputados en todo el año anterior, 2014; inicio del Año Nuevo en la villa de Madrid, con cinco nuevos desahucios como regalo de Navidad, por el Ayuntamiento de la capital, entre muchos otros deslices-; pero no gracias a la acción del gobierno de Mariano Rajoy desde 2011, sino más bien a pesar de ella (y de él).
Dos motivos lo explican con diáfana claridad: la reducción de los precios del crudo (causa de la salida de la recesión), la cual minimiza el precio de cuanto producimos y, por ende, consumimos. Y ello traslada, y transmite una falsa imagen de mejora de nuestra calidad de vida en las últimas semanas. Y, en segundo término, la devaluación experimentada por nuestra moneda única, el Euro, decretado por el BCE, como punta de lanza de iniciativas tímidas de estímulo económico, que han incidido en un repunte sutil de las exportaciones. Así, una cuarta parte del crecimiento de nuestro Producto Interior Bruto ha sido fruto de lo revelado con anterioridad. Atribución, por tanto, del 'mérito' imputable a esferas e instancias de decisión supranacionales.
Si a ello le añadiéramos la estrategia que ya se está orquestando en nuestro país, consistente en reducciones y desgravaciones fiscales (tramo del IRPF, concesión de crédito a las Comunidades Autónomas), inauguraciones de obras infraestructurales, las cuales, fueron promovidas más de veinte años atrás en el tiempo..., nos encontramos ante maniobras descaradas de sumir al conjunto de la ciudadanía española en el síndrome de Estocolmo y la inopia para, al cabo, de unos diez meses, todo hallarse reorientado hacia, como sostendrían ellos, gentes de orden, "lo que debe ser, como Dios ordena, decreta y manda". "¿Vamos a consentir que los cimientos del sistema político del 78 se derrumben, habiendo dispuesto de posiciones de poder y de influencia, las cuales perderíamos de asistir a un nuevo proceso de tipo constituyente? ¿Empoderar a los colectivos ciudadanos excluidos por años de austeridad y desigualdad galopantes? ¿Procesos de participación política de nuevo cuño, más allá del cerco vetado de las instituciones? ¡Ápero de nosotros! ¡Ni hablar!". En fin..., así se las gastan ellos.
Por el contrario, las siguientes iniciativas SÍ han portado la firma impresa del Ejecutivo de Rajoy Brey desde sus albores:
a) ¿En qué se traduce la reforma de la Ley de Pensiones? Muy sencillo: la revalorización de las mismas ya no se hallaría -a partir de entonces- condicionada a la evolución experimentada por el IPC, sino por un cálculo de mayor arbitrariedad, determinado por el Gobierno de turno.
b) Con la reforma laboral, un hombre de 45 años podría percibir retribución por un simple contrato de prácticas. Y una sucesión de tres trimestres en recesión, o simple decrecimiento -en la comparativa con los precedentes- de la empresa, podría alentar un expediente de regulación de empleo, parcial o total. La obtención de empleo ya no garantiza, ni mucho menos, la salida de la espiral de la pobreza.
c) La ley de amnistía fiscal, el cual genera un desincentivo perverso para quienes han cumplido con Hacienda, pues, podrán contemplar con sopor cómo defraudadores de cantidades ingentes, no reciben, como cabría esperar, todo el peso de la ley por parte de la Administración Tributaria, por el riesgo de cumplimiento que manifiestan con descaro, sino la repartición del cuarenta por ciento del dinero a repartir por el Gobierno en manos del decil más rico, y no de quienes, en virtud de su menor disponibilidad de renta, debieran recibir tales transferencias y subvenciones públicas, al revestir mayor necesidad social su percepción. La regresividad más lacerantemente conocida.
Y ahora, españolito de bien, que te guarde Dios -como sostuviera Machado-, déjate seducir -una vez más, no supondría la primera- por la aversión al riesgo y a lo desconocido, y el temor a los dioses furiosos de los Mercados financieros internacionales, a quienes parecemos deberles la vida por alguna razón desconocida -en Grecia ya se plegaron; ¿lo harán de nuevo a mediados de enero?-, y resume y sintetiza siete años de desigualdad sistémica y corrupción en diez meses de alharacas y discursos triunfalistas -en lo macroeconómico- y satanizador -acerca de la alternativa que planea sobre el horizonte, dispuesta a alterar, en un sentido más redistributivo, las reglas del juego del sistema que nos gobierna-, como si la desgracia ajena de los demás no nos incumbiera lo más mínimo, "mientras a mí no me afecte, lo más mínimo, en lo más esencial. Porque, al fin y al cabo, esto de la crisis es pasajero, y deberá cambiar algún día". Pues muy bien. Bájenme de este mundo, que yo me apeo. Ustedes dirán: es usted un totalitario intransigente, con la libre expresión de las preferencias político-electorales de quienes disienten con sus ideas, paradigma de toda democracia que reciba su nombre. No, no se trata de eso. ¿Por qué no mirar hacia arriba, creyendo en mejorar apostando por alguna solución desconocida, pero bienintencionada y honesta, en lugar de recelar de quien figura debajo de nosotros, sin cuestionar el reparto injusto y desigualitario de poder, renta, riqueza y oportunidades brindadas a los demás, existente? Si no desearas que partidos como el de Pablo Iglesias se alzaran con el triunfo, o alguna fórmula equivalente, y, sin embargo, te hubieras sentido enormemente defraudado con tu formación sentimentalmente más próxima -paradojas de la ley d'Hondt aparte-, ¿por qué no depositar tu confianza en Ciudadanos? ¿O en Unión, Progreso y Democracia? Por déficit de demanda no podréis alegar objeciones.
PD: por cierto, y desmitificando un mantra sostenido por la derecha neoliberal desde fines de los años setenta hasta la extenuación. "Las empresas son las que crean puestos de trabajo". Pues no, señor. J. M. Keynes bien lo ilustraba del siguiente modo: al tratarse la economía de una estricta cuestión de estado de ánimo, es la ciudadanía la que genera actividad, por tanto beneficio, y, finalmente, empleo. Y mayor será, conforme el incremento de los salarios resulte más significativo. La demanda interna se fortalecerá, el consumo, también, ello acarreará el requerimiento de contratación de nuevos puestos de trabajo, etcétera. Y no se olviden del gran olvidado en nuestro país: el empleo público, gracias al cual el 30-35% de nuestro PIB se sostiene. Y por empleo público no aludo únicamente al funcionarial, sino al del cuarto pilar del Estado de Bienestar, defenestrado por completo en España: Dependencia, Servicios Sociales; Guarderías y Educación Pre-infantil, como soporte de oportunidad para la igualdad de género, y de condiciones de trabajo (y salarios) entre el hombre y la mujer. Tres millones de empleos podrían producirse -en el medio plazo- con tal medida. Y el indirecto que ello provocaría: una mayor cuantía de trabajadores de lo público equivaldría a un mayor número de consumidores, con rentas prestas a ser dispuestas a ser invertidas en actividades (privadas) de consumo y producción. Y así, ad infinitum.
Un cordial saludo. Y aguardo a que hayan aprendido, al menos, a equidistar fabulaciones de la realidad que nos asola en nuestro devenir diario.
Un placer. Y Feliz Año Nuevo.
Si nos topáramos con cualquier militante, simpatizante, o elector 'viscoso' (según la terminología empleada por la socióloga electoral Irene Delgado Sotillos, esto es, fidelizado a unas siglas, en más de una elección consecutiva, con independencia de los vaivenes acaecidos en el seno de una legislatura) afín al Partido Popular -y que aún no hubiera optado por la deserción de sus filas-, exclamaría -y, de hecho, me consta que no cesarán de bombardearos a lo largo de los dos próximos trimestres, con motivo de la proximidad de las citas electorales por revalidar-, lo siguiente:
-"La recuperación microeconómica no ha tenido aún lugar; en cambio, la macroeconómica comienza a constituir un hecho; y esa mejora aparente de tales indicadores no podría ponerse en entredicho, entregando de nuevo el poder en manos de la izquierda, y mucho menos, en pos del tan demonizado diablo rojo y antiespañol, bolivariano, Podemos. Así que obrad en consecuencia, y votad con criterio y rigor".
Os resultan sumamente familiares tales sentencias, ¿verdad?
Pues bien; voy a proporcionaros munición -o convenceros, de manifestar profusamente filiación hacia la derecha- para que ceséis de hilvanar ensoñaciones fundadas en el vacío de la nada, y para que una mentira, por muy bien edulcorada, o por muy insistente que resida su propagación, por parte del poder financiero, el cual controla la mayoría de medios de 'desinformación' (privados), o el partido en el gobierno (públicos; Telemadrid, Castilla-La Mancha Televisión; la extinta, hasta 2013, Canal Nou; Canal Sur -en el supuesto socialista-, etcétera), no se convierta en realidad. Porque, amigos míos, las estadísticas se encuentran, de ser recabadas en tiempo y forma, a disposición de cualquiera mínimamente interesado en la revelación de la verdad, fundamentada en el análisis racional, imparcial e incontestable de las cifras económicas.
Comencemos, pues. La prima de riesgo ha decrecido por debajo, por primera vez desde 2010, de los 100 puntos. Se prevén unos resultados, derivados de la temporada estacional de las rebajas de comienzos de año, más moderadamente positivos, con respecto a los padecidos tiempo atrás. Ratios de actividad productiva levemente superiores a las de mensualidades previas. Y de ocupación hotelera, cifrada en pernoctaciones en temporada turística elevada. O de confianza del consumidor.
Pues bien; macroeconómicamente hablando, esos guarismos se tornan irrebatibles. No pueden ser desmentidos. Porque, de esbozarse una mínima muestra de rebatimiento, vendría a reprendernos, commo mínimo, de antipatriotas -¿acaso no existe mayor atentado contra la patria que uno tanto ama fervorosamente, que el hecho de proyectar políticas al dictado del poder financiero transnacional y las agencias de calificación especulativas; así como evadir impuestos al fisco, depositándolos en paraísos fiscales de dudosa reputación y detección por la Agencia Tributaria?-, el acólito de derechas de toda la vida, sosteniéndonos, con una mezcla de altivez y reproche digno de fábula:
-"¿Por qué sois tan cenizos, cuando, en primer lugar, negásteis la crisis y, con posterioridad, la recuperación?".
Tranquilo, estimado votante de derechas. Serénate. Sin acritud. Si la recuperación macroeconómica es un hecho, nadie lo cuestiona -aunque tres millones de niños en nuestro país padezcan malnutrición; cinco millones de desempleados; contratos parciales de una hora de duración, algunos, sin remunerar; un incremento del salario mínimmo interprofesional, cifrado para 2015, de apenas tres euros de saldo, muy por debajo del diferencial del IPC para el mismo período -ello se traduce en una consiguiente pérdida del poder adquisitivo de los asalariados; dos mil imputados en todo el año anterior, 2014; inicio del Año Nuevo en la villa de Madrid, con cinco nuevos desahucios como regalo de Navidad, por el Ayuntamiento de la capital, entre muchos otros deslices-; pero no gracias a la acción del gobierno de Mariano Rajoy desde 2011, sino más bien a pesar de ella (y de él).
Dos motivos lo explican con diáfana claridad: la reducción de los precios del crudo (causa de la salida de la recesión), la cual minimiza el precio de cuanto producimos y, por ende, consumimos. Y ello traslada, y transmite una falsa imagen de mejora de nuestra calidad de vida en las últimas semanas. Y, en segundo término, la devaluación experimentada por nuestra moneda única, el Euro, decretado por el BCE, como punta de lanza de iniciativas tímidas de estímulo económico, que han incidido en un repunte sutil de las exportaciones. Así, una cuarta parte del crecimiento de nuestro Producto Interior Bruto ha sido fruto de lo revelado con anterioridad. Atribución, por tanto, del 'mérito' imputable a esferas e instancias de decisión supranacionales.
Si a ello le añadiéramos la estrategia que ya se está orquestando en nuestro país, consistente en reducciones y desgravaciones fiscales (tramo del IRPF, concesión de crédito a las Comunidades Autónomas), inauguraciones de obras infraestructurales, las cuales, fueron promovidas más de veinte años atrás en el tiempo..., nos encontramos ante maniobras descaradas de sumir al conjunto de la ciudadanía española en el síndrome de Estocolmo y la inopia para, al cabo, de unos diez meses, todo hallarse reorientado hacia, como sostendrían ellos, gentes de orden, "lo que debe ser, como Dios ordena, decreta y manda". "¿Vamos a consentir que los cimientos del sistema político del 78 se derrumben, habiendo dispuesto de posiciones de poder y de influencia, las cuales perderíamos de asistir a un nuevo proceso de tipo constituyente? ¿Empoderar a los colectivos ciudadanos excluidos por años de austeridad y desigualdad galopantes? ¿Procesos de participación política de nuevo cuño, más allá del cerco vetado de las instituciones? ¡Ápero de nosotros! ¡Ni hablar!". En fin..., así se las gastan ellos.
Por el contrario, las siguientes iniciativas SÍ han portado la firma impresa del Ejecutivo de Rajoy Brey desde sus albores:
a) ¿En qué se traduce la reforma de la Ley de Pensiones? Muy sencillo: la revalorización de las mismas ya no se hallaría -a partir de entonces- condicionada a la evolución experimentada por el IPC, sino por un cálculo de mayor arbitrariedad, determinado por el Gobierno de turno.
b) Con la reforma laboral, un hombre de 45 años podría percibir retribución por un simple contrato de prácticas. Y una sucesión de tres trimestres en recesión, o simple decrecimiento -en la comparativa con los precedentes- de la empresa, podría alentar un expediente de regulación de empleo, parcial o total. La obtención de empleo ya no garantiza, ni mucho menos, la salida de la espiral de la pobreza.
c) La ley de amnistía fiscal, el cual genera un desincentivo perverso para quienes han cumplido con Hacienda, pues, podrán contemplar con sopor cómo defraudadores de cantidades ingentes, no reciben, como cabría esperar, todo el peso de la ley por parte de la Administración Tributaria, por el riesgo de cumplimiento que manifiestan con descaro, sino la repartición del cuarenta por ciento del dinero a repartir por el Gobierno en manos del decil más rico, y no de quienes, en virtud de su menor disponibilidad de renta, debieran recibir tales transferencias y subvenciones públicas, al revestir mayor necesidad social su percepción. La regresividad más lacerantemente conocida.
Y ahora, españolito de bien, que te guarde Dios -como sostuviera Machado-, déjate seducir -una vez más, no supondría la primera- por la aversión al riesgo y a lo desconocido, y el temor a los dioses furiosos de los Mercados financieros internacionales, a quienes parecemos deberles la vida por alguna razón desconocida -en Grecia ya se plegaron; ¿lo harán de nuevo a mediados de enero?-, y resume y sintetiza siete años de desigualdad sistémica y corrupción en diez meses de alharacas y discursos triunfalistas -en lo macroeconómico- y satanizador -acerca de la alternativa que planea sobre el horizonte, dispuesta a alterar, en un sentido más redistributivo, las reglas del juego del sistema que nos gobierna-, como si la desgracia ajena de los demás no nos incumbiera lo más mínimo, "mientras a mí no me afecte, lo más mínimo, en lo más esencial. Porque, al fin y al cabo, esto de la crisis es pasajero, y deberá cambiar algún día". Pues muy bien. Bájenme de este mundo, que yo me apeo. Ustedes dirán: es usted un totalitario intransigente, con la libre expresión de las preferencias político-electorales de quienes disienten con sus ideas, paradigma de toda democracia que reciba su nombre. No, no se trata de eso. ¿Por qué no mirar hacia arriba, creyendo en mejorar apostando por alguna solución desconocida, pero bienintencionada y honesta, en lugar de recelar de quien figura debajo de nosotros, sin cuestionar el reparto injusto y desigualitario de poder, renta, riqueza y oportunidades brindadas a los demás, existente? Si no desearas que partidos como el de Pablo Iglesias se alzaran con el triunfo, o alguna fórmula equivalente, y, sin embargo, te hubieras sentido enormemente defraudado con tu formación sentimentalmente más próxima -paradojas de la ley d'Hondt aparte-, ¿por qué no depositar tu confianza en Ciudadanos? ¿O en Unión, Progreso y Democracia? Por déficit de demanda no podréis alegar objeciones.
PD: por cierto, y desmitificando un mantra sostenido por la derecha neoliberal desde fines de los años setenta hasta la extenuación. "Las empresas son las que crean puestos de trabajo". Pues no, señor. J. M. Keynes bien lo ilustraba del siguiente modo: al tratarse la economía de una estricta cuestión de estado de ánimo, es la ciudadanía la que genera actividad, por tanto beneficio, y, finalmente, empleo. Y mayor será, conforme el incremento de los salarios resulte más significativo. La demanda interna se fortalecerá, el consumo, también, ello acarreará el requerimiento de contratación de nuevos puestos de trabajo, etcétera. Y no se olviden del gran olvidado en nuestro país: el empleo público, gracias al cual el 30-35% de nuestro PIB se sostiene. Y por empleo público no aludo únicamente al funcionarial, sino al del cuarto pilar del Estado de Bienestar, defenestrado por completo en España: Dependencia, Servicios Sociales; Guarderías y Educación Pre-infantil, como soporte de oportunidad para la igualdad de género, y de condiciones de trabajo (y salarios) entre el hombre y la mujer. Tres millones de empleos podrían producirse -en el medio plazo- con tal medida. Y el indirecto que ello provocaría: una mayor cuantía de trabajadores de lo público equivaldría a un mayor número de consumidores, con rentas prestas a ser dispuestas a ser invertidas en actividades (privadas) de consumo y producción. Y así, ad infinitum.
Un cordial saludo. Y aguardo a que hayan aprendido, al menos, a equidistar fabulaciones de la realidad que nos asola en nuestro devenir diario.
Un placer. Y Feliz Año Nuevo.
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