Garabís
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Aquí os dejo mi foto favorita. No soy un gran aficionado a este arte, pero esta foto me parece impresionante. Creo que es de lo mas expresivo y romántico que se puede ver . Ahora que se ha sacado a subasta os la dejo por si quereis comprarla . Y si quereis pegar mas fotos chulas ya sabeis . Ah y si encontrais una copia mas grande que esta ponedla, que se aprecian mejos todos los detalles, yo no he encontrado ninguna mejor.
La magia de un beso
ROLANDO PÉREZ BETANCOURT
Hay magias capaces de conferirle valores de perdurabilidad a una obra artística. Como toda magia, puede resultar inexplicable en sus factores y máxime en el caso de la fotografía, esa manifestación en que el talento y la sensibilidad deben estar en función de atrapar el momento irrepetible del rayo.
Junto a estas líneas aparece uno de esos fogonazos, hijo del encantamiento. La foto se titula El beso (Le Baiser) y casi pudiera jurar que, a finales de los cincuenta, tuvo la virtud de petrificar a un muchacho interesado en hojear páginas de revistas, poniendo más empeño en la velocidad de sus dedos sobre el papel, que en reparar en lo que estaba viendo.
No pocos en el mundo deben haber experimentado igual embeleso ante las insinuaciones de esta ¿instantánea?, tomada en París, en el año 1950, por el que después se convertiría en el maestro de la cámara, Robert Doisneau.
Ya el mundo conocía El beso, del célebre Auguste Rodin, cincelado en la década del ochenta del siglo XIX, pero gracias a la impresión gráfica, la nueva alegoría se expandía por los mares y motivaba el vuelo de pensamientos que, en las más diversas lenguas, trataban de interpretar las trascendencias psicológicas de un hechizo artístico ya sin fronteras.
Porque si bien el El beso de Doisneau comenzó siendo el símbolo internacional del París romántico de mediados del siglo XX, no tardaría en convertirse en imagen propicia para aquellos que —una vez más— elaboraban teorías acerca del amor. Eterna especulación a la que se unía el intento de dilucidar las interioridades anímicas de la joven pareja, que desenfadadamente se besaba entre transeúntes, en medio de una ciudad que parecía estar dominada por una gaseosa irrealidad.
Durante años, El beso estuvo considerada entre las grandes instantáneas de la historia de la fotografía y sus protagonistas, dos alegres paseantes perdidos en la muchedumbre y que nunca más volverían a mostrar ante una cámara el rostro de su felicidad.
En los ochenta, la imagen se comercializó en póster que alcanzó tiradas millonarias. Poco después, en 1992, aparecieron Jean y Dense Lavergne, asegurando a la prensa que ellos eran los modelos involuntarios del clásico fotográfico y que nada mal les vendría una compensación. Al maestro Robert Doisneau no le quedó otro remedio que sacar a relucir la verdad para desenmascarar a los farsantes: primero, aquella foto no había sido una instantánea, sino un acto preparado, luego que él viera besarse a los amantes con una pasión estremecedora en un café cercano. ¿Podían los jóvenes repetir aquel beso en medio de transeúntes, de manera de completar el ensayo que realizaba para una revista norteamericana acerca del amor en París? Sin dilación, los jóvenes habían dicho que sí. Y para que no quedaran dudas, Doisneau, que moriría dos años más tarde, ponía sobre la mesa —42 años después— los nombres de sus modelos: ella, Francoise Bornet, él, Jacques Carteaud, ambos estudiantes de Arte Dramático en el París de 1950.
Ahora, según el periódico The Guardian, Francoise Bornet, actriz retirada, necesitada de dinero (nunca recibió un centavo por su mítica "instantánea") y con 75 años de edad, anuncia que pondrá en subasta la foto original que le hiciera llegar el maestro Doisneau hace 55 años, días después de haberla tomado.
¿Y Jacques Carteaud, el joven que la estrechaba en un abrazo y que al devorarla en un beso parecía estarle prometiendo amor eterno?
"Oh, solo fuimos amantes siete u ocho meses", no es difícil imaginar la mano de la Bornet, junto a su rostro, apartando cualquier trascendencia.
Hasta aquí la verdad rotunda, y sin final de cuentos de hadas, de la famosa fotografía.
Una verdad para leer y después convocar a su entierro.
Porque a la imagen de Doisneau, se revele a esta altura lo que se revele, ya no se le podrá opacar el triunfo del arte sobre la vida. O lo que es lo mismo: la facultad de conmover a generaciones enteras desde la magia de un beso.
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Por si teneis algo suelto...
EFE
PARÍS.- 'El beso', la instantánea de una pareja besándose ante el Ayuntamiento de París que Robert Doisneau tomó en 1950 y de la que se han hecho millones de copias, saldrá a la venta hoy con una estimación inicial de entre 15.000 y 20.000 euros.ROLANDO PÉREZ BETANCOURT
No pocos en el mundo deben haber experimentado igual embeleso ante las insinuaciones de esta ¿instantánea?, tomada en París, en el año 1950, por el que después se convertiría en el maestro de la cámara, Robert Doisneau.
Ya el mundo conocía El beso, del célebre Auguste Rodin, cincelado en la década del ochenta del siglo XIX, pero gracias a la impresión gráfica, la nueva alegoría se expandía por los mares y motivaba el vuelo de pensamientos que, en las más diversas lenguas, trataban de interpretar las trascendencias psicológicas de un hechizo artístico ya sin fronteras.
Porque si bien el El beso de Doisneau comenzó siendo el símbolo internacional del París romántico de mediados del siglo XX, no tardaría en convertirse en imagen propicia para aquellos que —una vez más— elaboraban teorías acerca del amor. Eterna especulación a la que se unía el intento de dilucidar las interioridades anímicas de la joven pareja, que desenfadadamente se besaba entre transeúntes, en medio de una ciudad que parecía estar dominada por una gaseosa irrealidad.
Durante años, El beso estuvo considerada entre las grandes instantáneas de la historia de la fotografía y sus protagonistas, dos alegres paseantes perdidos en la muchedumbre y que nunca más volverían a mostrar ante una cámara el rostro de su felicidad.
En los ochenta, la imagen se comercializó en póster que alcanzó tiradas millonarias. Poco después, en 1992, aparecieron Jean y Dense Lavergne, asegurando a la prensa que ellos eran los modelos involuntarios del clásico fotográfico y que nada mal les vendría una compensación. Al maestro Robert Doisneau no le quedó otro remedio que sacar a relucir la verdad para desenmascarar a los farsantes: primero, aquella foto no había sido una instantánea, sino un acto preparado, luego que él viera besarse a los amantes con una pasión estremecedora en un café cercano. ¿Podían los jóvenes repetir aquel beso en medio de transeúntes, de manera de completar el ensayo que realizaba para una revista norteamericana acerca del amor en París? Sin dilación, los jóvenes habían dicho que sí. Y para que no quedaran dudas, Doisneau, que moriría dos años más tarde, ponía sobre la mesa —42 años después— los nombres de sus modelos: ella, Francoise Bornet, él, Jacques Carteaud, ambos estudiantes de Arte Dramático en el París de 1950.
Ahora, según el periódico The Guardian, Francoise Bornet, actriz retirada, necesitada de dinero (nunca recibió un centavo por su mítica "instantánea") y con 75 años de edad, anuncia que pondrá en subasta la foto original que le hiciera llegar el maestro Doisneau hace 55 años, días después de haberla tomado.
¿Y Jacques Carteaud, el joven que la estrechaba en un abrazo y que al devorarla en un beso parecía estarle prometiendo amor eterno?
"Oh, solo fuimos amantes siete u ocho meses", no es difícil imaginar la mano de la Bornet, junto a su rostro, apartando cualquier trascendencia.
Hasta aquí la verdad rotunda, y sin final de cuentos de hadas, de la famosa fotografía.
Una verdad para leer y después convocar a su entierro.
Porque a la imagen de Doisneau, se revele a esta altura lo que se revele, ya no se le podrá opacar el triunfo del arte sobre la vida. O lo que es lo mismo: la facultad de conmover a generaciones enteras desde la magia de un beso.
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Por si teneis algo suelto...
EFE