El disco está bien, porque bebe -más que beber, se pone hasta las trancas- de unas fuentes tan espectaculares con las que, si eres respetuoso y pulcro con la música y el estilo, es difícil hacerlo mal. Probablemente sea el mejor disco que ha facturado Bruno Mars porque su asociación con un músico de verdad le da todo lo que él le falta; y a la inversa, a Anderson.Paak le viene de perlas asociarse con alguien tan conocido y mainstream como Bruno Mars. Un win-win que se podría decir, empleando la jerga empresarial y comercial.
A pesar de que el sonido retro tan bien conseguido mola mucho, no deja de ser un ejercicio de nostalgia bien facturada, y nada más. En mi opinión, Bruno Mars -junto con todo su equipo de productores, arreglistas, compositores, etc- no pasa de ser alguien que copia hasta la médula músicas y estilos pasados que ya hicieron otros, desde Police hasta grupos de funk o soul de los 70. Lo hace con buen gusto y un cierto talento para copiar y emular, sin duda, pero se echa mucho en falta algo más innovador que vaya más allá de un copy & paste. Está fenomenal ver como reproducen el escenario del Soul Train; pero lo malo es que todo eso ya se hizo hace 45 años, cuando entonces sí era algo innovador y mucho más meritorio. Lo peor de todo es que más allá de la copia y la réplica, no parece haber aparentemente ninguna intención ni capacidad para evolucionar estilísticamente hacia algo distinto o novedoso, partiendo de la maravillosa herencia del soul y el funk de los 70.