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Los abusos de la Iglesia.

Los abusos sexuales cometidos por la Iglesia Católica tan solo conforman una mínima porción del enorme conglomerado de crímenes que también, durante siglos, ha estado cometiendo contra todo tipo de minorías. Las disculpas del Papa dieron la vuelta al mundo y los escándalos no han hecho otra cosa que multiplicarse. En Estados Unidos, las antiguas jóvenes víctimas, ahora adultos, que en su día sufrieron delitos de pederastia por parte de muchos sacerdotes, se mantuvieron sumidas en el anonimato a través de "pactos" de silencio e importantes sumas de dinero que ocultaban la abobinable realidad eclesiástica. Desde el Vaticano se ha pedido perdón públicamente, pero lo que había bajo la punta del iceberg está emergiendo a una velocidad de vértigo. La Iglesia ha respondido a esta polémica con una solución muy simple: erradicar a los curas gays, relacionando así la pedofilia con la homosexualidad y volviendo a disparar balas de odio contra esta orientación sexual para poder lavarse las manos y limpiar su imagen de todo pecado. La incoherencia domina las altas esferas eclesiásticas y a través de tests psicológicos se pretende determinar y descubrir las inclinaciones homosexuales de todos los sacerdotes del planeta. El que "apruebe" este cuestionario será despojado de todos sus votos religiosos. Con este plan, la Iglesia pretende adjudicarse un nuevo tanto en detrimento del colectivo gay manchando la imagen de éste a ojos de la opinión pública.

Recientemente, el Papa ha aceptado la dimisión presentada por el arzobispo de Poznan, en Polonia, acusado de acoso sexual a jóvenes seminaristas. El pasado mes de febrero, la prensa del país sacó a la luz este escándalo, aunque el sacerdote negó las acusaciones en todo momento y aseguró que sus palabras y actos habían sido malinterpretados. Continuando con la estrategia, Karol Wojtyla ha invitado a rezar por todos aquellos curas que "no han sabido cumplir los compromisos adquiridos por la ordenación sacerdotal", refiriéndose a todos aquellos religiosos que han sido acusados de pedofilia, y también de homosexualidad, en Estados Unidos y Europa. Parece que de nada sirven las encuestas que afirman que el abuso a menores no es patrimonio de los gays y, además, la Iglesia vuelve a caer en patrones recalcitrantes al criticar una orientación sexual como caldo de cultivo de la pederastia.

Pedófilo=gay, según la Iglesia.

Como cabía esperar, los grupos conservadores de Estados Unidos apoyan las palabras del portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro-Valls, quien afirma que "las personas con estas inclinaciones (sexuales) no pueden ser ordenados" sacerdotes. Los casos que más se han visto envueltos en polémica han sido precisamente los de curas que han estado años abusando de muchachos y la Iglesia ha dado la vuelta a la tortilla poniéndose como la "víctima" al hacer responsables a los religiosos gays, generalizando así la idea de que ser homosexual es llevar a cabo prácticas de pedofilia. Según los sondeos más recientes, las víctimas de abusos sexuales del clero suelen ser en mayor medida mujeres y chicas. Pero estos estudios no frenan a la Iglesia en su cruzada antigay o contra todo aquel elemento que amenace con desmembrar su sucio poder mantenido y alimentado durante siglos. Las nuevas opciones sociales son una amenaza que se cierne sobre ellos como una losa. Gary Schoener, un psicólogo que ha diagnosticado y tratado abusos del clero durante 28 años, afirma que "hay muchos más casos de heterosexuales que de homosexuales" y apostilla que el Vaticano es conocedor de este hecho, así como los principales mandatarios de la iglesia americana.

Ante estos datos, no hay que olvidar las denuncias de cientos de violaciones de monjas por parte de sacerdotes en, nada más y nada menos, que 23 países (14 de ellos pertenecientes al continente africano). El portavoz del Vaticano, faltando a la verdad, había dicho anteriormente a esto, que los abusos habían tenido lugar en extensiones geográficas muy pequeñas. Los informes revelan que el celibato defendido por la Iglesia Católica no supone un valor en este conjunto de países, y paralelamente a la posición de la mujer en sus sociedades, una monja también puede llegar a verse como inferior, con lo cual no puede desobedecer ni rehusar ante los favores sexuales de un sacerdote. Al fin y al cabo estos individuos son autoridades supremas, acorde con la tradición heterosexista implantada durante cientos de años por las propias filas eclesiásticas, una postura que en los países subdesarrollados continúa vigente y se acentúa con más fuerza. Ateniéndonos a las polémicas de los religiosos europeos y estadounidenses, solamente pensar lo que ha estado ocurriendo en África (y América Latina) en materia de abusos sexuales puede llegar a poner los pelos de punta. Y este tipo de delitos, insistimos, predominan fundamentalmente sobre la población femenina relegada a los embarazos no deseados y forzada a seguir los caprichos y mandatos del párroco de turno. Ante estos casos, el Vaticano volvió a reconocer su mea culpa de forma muy puntual y asegurando que se tomarían medidas, tal y como siempre asegura el portavoz del Papa, Joaquín Navarro-Valls, como buen guardian del verdadero reino de las tinieblas.

Mayoritariamente, las víctimas son de sexo femenino. Los casos de violaciones a jóvenes muchachas no han llegado ha tener demasiada visibilidad. Cuando el propio Juan Pablo II denunció el grave escándalo, un sacerdote de Washington fue suspendido tras admitir que había "pecado" con una adolescente. Su baja vino tras las declaraciones de dos mujeres que afirmaron haber sufrido abusos cuando eran solo unas muchachas durante los años 80. Casi simultáneamente, un pastor de Santa Rosa, California, llamado Don Kimball, se sentaba en el banquillo de los acusados bajo cargos de acoso sexual hace 20 años contra dos chicas. Otro sacerdote afirmó conocer las "aficiones" de Kimball, ya que esté le confesó que había molestado a varias adolescentes. Estos son solo unos pocos ejemplos, y muchos sectores conectados al clero están en desacuerdo con las pruebas que revelan que las víctimas de violaciones por parte de los sacerdotes son mayoritariamente de sexo femenino. Esto era de esperar, las respuestas en contra de la realidad son difíciles de erradicar.

Según el psicólogo Gary Schoener, se estima que el 98% de los casos de violaciones y abusos por parte de los curas no llegan a los tribunales y son confinados a la más injusta inexistencia. Para este experto "el abuso sexual hacia un chico es tratado de una forma más seria y es considerado una ofensa en una proporción mucho mayor que una violación hacia una chica, tanto adulta como adolescente". Los medios de comunicación están creando la impresión ante la opinión pública de que estos casos solamente se relacionan con sacerdotes pedófilos que violan a menores y se asienta la posición de la Iglesia Católica al pensar que todos los culpables son gays. De ahí la insistencia del portavoz del Vaticano, Navarro-Valls, para que todos los ordenamientos a homosexuales se declaren inválidos. No obstante, las investigaciones que apoyan las afirmaciones de Gary Schoener son apoyadas desde las propias filas eclesiásticas, como es el caso de Richard Sipe, un sacerdote católico que se ha entrevistado con cientos de víctimas de curas, afirmando que la mayoría eran mujeres.

Un dato interesante aportado por Sipe apunta a que la razón de que muchos chicos sean el punto de mira de los abusos de los sacerdotes radica en la cercanía que tienen con ellos en los seminarios. Hay que tener en cuenta que a las chicas no se les permite llegar a su posición. El religioso llama a este hecho "cultura homosocial", asemejando esta circunstancia a lo que se cuece dentro de una cárcel de hombres. Según Sipe, "el sexo más fácil en una prisión masculina es entre individuos del mismo género y no significa que el hecho de que los prisioneros lleven a cabo prácticas homosexuales los convierta en gays", lo que ocurre es que es "más asequible para ellos". Igualmente puede ocurrir en el plano religioso. Asimismo, otros expertos aseguran que no existen pruebas de que un cura gay tenga más inclinación hacia los jóvenes muchachos que un heterosexual ante chicas adolescentes. Sean cuáles sean los distintos puntos de vista, la clara táctica de la Iglesia Católica para buscar un motivo por el que condenar y criminalizar la homosexualidad es cada día más tangible. Todos sus delitos comienzan a ver la luz y el debate es inevitable. La pederastia y los abusos sexuales se revelan dentro de las filas eclesiásticas, así como en la misma sociedad y es un hecho que no pertenece a la comunidad gay.
 
Cierto, pero que nadie se lleve a engaño porque todo ésto no es nuevo: ha pasado desde siempre. ¿Acaso alguien pensó alguna vez que la Iglesia era en verdad Santa, Inmaculada y pura?

El sabio refranero popular ya decía hace mucho tiempo "Nunca digas de este agua no he de beber ni éste cura no es mi padre..."

"¡Pobres de vosotros, maestros de la Ley!, pues cargáis a la gente con cargas insoportables, mientras que vosotros mismos ni siquiera movéis un dedo para ayudar a llevarlas. [...]

¡Pobres de vosotros, maestros de la Ley, porque os adueñasteis de la llave del conocimiento! No entrasteis vosotros, ni dejasteis entrar a los que querían hacerlo."
 
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