Muy buenas. Felices Fiestas, ante todo.
Esta entrada me ha recordado el hecho de que yo encabecé, hace un año y medio, un post, en el que invitaba a los usuarios registrados en este foro a verter sus críticas personales, siempre razonadas, relativas a cada uno de los episodios de la franquicia forjada, hace ya la friolera de cuarenta y dos años, por George Lucas. Es éste, el cual os enlazo a continuación:
https://www.mjhideout.com/forum/threads/star-wars.130979/#post-2353624
En lo tocante a la entrega que nos ocupa, y que ha sido recientemente estrenada en cines, he de confesar que la presencié hace unos días, al igual que hiciera con las dos inmediatamente predecesoras, VII y VIII (pertenecientes a la era controlada por Disney). Sin ánimo de desentrañar pinceladas que puedan amargar el visionado, libre de mácula y condicionamiento, al espectador carente de referencias en torno a la misma, puedo afirmar que:
- ... en los apartados visual y técnico, quizá asistamos al filme más espectacular en la serie de la franquicia, lo cual no equivale a decir que sea necesariamente buena, de factura notable, en otros ámbitos.
- ... su principal hándicap, su particular talón de aquiles, descansa en las múltiples incoherencias en que reposa su argumento, plasmado en un guión que, a modo de galimatías, tan enrevesado, confuso y plagado de agujeros como los que existen en un queso de gruyer, hace aguas, si no en todas partes, en la mayoría de los compartimentos, amenazando con hacer sucumbir y naufragar en la marea el transatlántico a cuyo frente figura J.J. Abrams, como capitán a bordo del mismo. Un ejemplo paradigmático de cuanto los griegos en la Antigüedad denominaban 'Deus ex machina'.
- ... no te aburrirás, ni esbozarás bostezo a lo largo del metraje. Aunque tampoco conseguirás asimilar la sobredosis (siempre, una más) de secuencias intercaladas por minuto que los guionistas del artefacto han despachado para la ocasión, en un ejercicio de sobreexcitación adrenalínica incompatible con toda apelación a la primacía de la razón, del entendimiento, de la pausa que todo acontecimiento merece, presto para ser entendido y mínimamente digerido. Presumiblemente, producto del defecto (enormísimo) apuntado en el punto anterior.
- ... enmienda, casi prácticamente en su totalidad, el planteamiento rupturista y transgresor con el pasado adoptado por Rian Johnson en el tan vilipendiado The Last Jedi (2017), hasta hacer de The Rise of Skywalker una cinta cuasi independiente de la que le precede, en teoría, dentro del canon de la saga.
- ... ¿Su rasgo más característico? La predecibilidad. Servicio al seguidor más ortodoxo... y refractario a toda alteración en la visión cosmogónica de la galaxia del público medio desde el vencimiento y término de las películas de la trilogía original en los ochenta.
- ... ¿Lo peor de ella? Que devalúa, desvirtúa y llega a cercenar la coherencia, en cuanto a razón de ser, motivaciones y acciones de cuanto nos legó Lucas en su sexenio pre-Disney (personajes, actitudes y relatos), hasta llegar a sumir en la inanidad a, tomemos como resultado, que quien, de acuerdo con la previsión intuitiva de Qui-Gon, se hallaba predestinado, según la mitología Jedi, a encarnar el equilibrio en la Fuerza, destruyendo cualquier resquicio del mal (personificado en la comunidad Sith), como era, sin duda, Anakin Skywalker, ahora todo ello carezca de virtualidad real y sentido, sin que el sacrificio llevado a cabo en vida por el discípulo de Kenobi haya conducido a nada más que a un continuo bucle cíclico de registros, caracteres, pasajes y repertorios ya manidos, con el único fin de engrosar la cuenta de resultados de la compañía del ratón, exprimiendo, un poco más si cabe, el bolsillo (cada vez más ajustado y precario) del respetable.
Conclusión: de la última trilogía, cuya estación de término hemos conocido (esperemos) este año, no se acordará nadie (más allá de quienes intervinieron, por activa o por pasiva, en ella, o de quienes fueron conducidos por sus parientes al estreno, a fin de familiarizarse con la producción que un día, lejano ya, les fidelizó, en una muestra de transmisión intergeneracional de afinidades culturales), pero el daño infligido a la saga no puede ser menoscabado. Por fortuna, el público medio retendrá en la memoria los episodios III, IV, V y VI, haciendo como si no existieran los demás, a la usanza de Fernando VII con la Constitución de Cádiz de 1812 tras su regreso de su cautiverio en Bayona. ¿El único responsable? George Lucas. No debió haber vendido, en 2012, los derechos de explotación y uso de la marca a Disney, pues se sobreentendió desde el primer momento que ésta última, la cual concibe (desde hace unas décadas) el arte como un mero apéndice de la rentabilidad al servicio de la mercadotecnica y generación de bolsas de mercado a placer, segmentando por áreas geográficas, desde un prisma netamente global, haría lo mismo que una gran cadena de comida rápida con un producto culinario
delicatessen traspasado (o cedido) por un pequeño establecimiento en situación de crisis económica: depauperarlo y garantizar, eso sí, que la rentabilidad supere el coste, sin atención deparada a la oferta lanzada, en poco tiempo, inundando la oferta, siempre con un producto más, hasta sumir en el hartazgo a quienes, un día algo remoto, llegaron a simpatizar con ella.
Podría, en fin, haber emulado a su compañero de profesión Robert Zemeckis (
Back to the Future: una de las pocas sagas no revividas de nuestro tiempo en Hollywood y, por ende, intacta en su acervo original, junto con
The Godfather) y preservar en su haber, cual orfebre con su bien más preciado, lo más granado de su trayectoria: la fidelidad de una historia contada con el aval y carisma de su aprobación. Su historia, sujeta a la inmortalidad a través de la dignidad, como parte del respeto profesado a uno mismo y a su obra. Con esta transacción, y el irregular desempeño de este terceto de largometrajes entre 2015 y 2019, Lucas ha cedido por completo el control de los designios a una entidad ajena a él, hiriendo de muerte cuanto él significa en la industria. Pues George Lucas, sin Star Wars, no podría entenderse como parte esencial en la historia de la ciencia-ficción, y de su propia evolución.
Pero, como bien profería Quevedo,
"poderoso caballero es Don Dinero". Lucas será inmensamente más rico de cuanto ya lo era en el pasado, pero ha hecho, en mi opinión, a su creación infinitamente más pobre. Y vulnerable ante cualquier revisión de sus capítulos. Y, lo peor de todo, sin mediar necesidad.
Porque el fenómeno Star Wars forma parte tan indeleble de nuestro código sociocultural, que es capaz de soportar infinidad de estocadas al buen nombre y reputación de su edad dorada, hoy tan lejana. Como sucede, otro tanto de lo mismo, por otra parte, con Michael Jackson.
Calificación: 5 (por la vertiente visual, y siendo muy generoso).