Sergio
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Anoche estuve viendo un programa que me dejó traumatizado. Se llama "Todo por Amor", y es una muestra perfecta de la mísera bazofia que la televisión puede llegar a generar.
Se trata de una pantomima de pésimo gusto en la que varias mujeres "sorprenden" a sus respectivos novios pidiéndoles que se casen con ellas. Hasta ahí todo normal, se repiten los mismos clichés nauseabundos de otros programas similares que explotan la capacidad de atraer audiencia que tienen los lloriqueos y las ñoñerías. Pero este concurso va más allá, y es que los novios tienen que decidir en escasos minutos si se casan o no, para en caso afirmativo hacerlo en el propio plató, en vivo y en directo, ante millones de teleespectadores.
Resulta patético ver cómo las mujeres se deshacen en sollozos, destapando sin reparos su vida privada y sus sentimientos ante las cámaras, pidiendo entre tartamudeos algo que al parecer no se han atrevido a plantear a sus novios en privado (?). Y todo ello en medio de los gritos, aplausos y silbidos de un público subnormal, idiotizado, que parece disfrutar más con las experiencias ajenas que con las propias.
Jamás entenderé la filosofía por la que se rige la televisión actualmente; se ha llegado a un punto donde los sentimientos y los dramas personales, reales o ficticios, se comercializan como cualquier producto barato, y son la garantía del éxito de audiencia si son aderezados con unas cuantas lágrimas de laboratorio y risas enlatadas.
No sé quién es peor, si los creativos de los canales de televisión que conciben toda esta MIERDA, o el público pasivo y mentalmente aletargado que parece estar dispuesto a tragársela.
Se trata de una pantomima de pésimo gusto en la que varias mujeres "sorprenden" a sus respectivos novios pidiéndoles que se casen con ellas. Hasta ahí todo normal, se repiten los mismos clichés nauseabundos de otros programas similares que explotan la capacidad de atraer audiencia que tienen los lloriqueos y las ñoñerías. Pero este concurso va más allá, y es que los novios tienen que decidir en escasos minutos si se casan o no, para en caso afirmativo hacerlo en el propio plató, en vivo y en directo, ante millones de teleespectadores.
Resulta patético ver cómo las mujeres se deshacen en sollozos, destapando sin reparos su vida privada y sus sentimientos ante las cámaras, pidiendo entre tartamudeos algo que al parecer no se han atrevido a plantear a sus novios en privado (?). Y todo ello en medio de los gritos, aplausos y silbidos de un público subnormal, idiotizado, que parece disfrutar más con las experiencias ajenas que con las propias.
Jamás entenderé la filosofía por la que se rige la televisión actualmente; se ha llegado a un punto donde los sentimientos y los dramas personales, reales o ficticios, se comercializan como cualquier producto barato, y son la garantía del éxito de audiencia si son aderezados con unas cuantas lágrimas de laboratorio y risas enlatadas.
No sé quién es peor, si los creativos de los canales de televisión que conciben toda esta MIERDA, o el público pasivo y mentalmente aletargado que parece estar dispuesto a tragársela.