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Política Diez estrategias políticas que abocan al control del discurso y a la hegemonía social

Siberian Husky

Con el alma y mente puestos en mi madre
LAS DIEZ ESTRATEGIAS POLÍTICAS QUE CONDUCEN AL CONTROL DEL DISCURSO IDEOLÓGICO Y A LA HEGEMONÍA SOCIAL

¿Se sienten identificados, o, a lo sumo, han llegado a experimentar, bien de modo directo, y en primera persona, o en su lugar, como simples espectadores, a determinados personajes del panorama político, económico-financiero, mediático, y cultural, hacer acopio del subsiguiente decálogo de herramientas que, a continuación, voy a permitirme el placer de exhibirles? Cuéntenme sus experiencias, así como los sentimientos que, como ciudadanos, afloraron en ustedes al ser testigos del empleo de tales prácticas, tan características de nuestro tiempo. ¿Se dejaron seducir por alguna de ellas, en particular? ¿Captaron la intencionalidad de quienes se escudaban en ellas, y el propósito perseguido? ¿Supieron frenarlas a tiempo? Emítanme, si les complaciera, sus impresiones, sin ningún tipo de pudor.

1. La estrategia de la distracción.

El elemento primordial del control social estriba en la estrategia de la distracción, que consiste en desviar la atención del público de los problemas de mayor entidad, así como de los cambios decretados por las élites políticas y económicas, a través de la denominada técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. Así, pues, la estrategia de la distracción es igualmente indispensable para imposibilitar al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. Esto es, mantener la atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. En resumidas cuentas, mantener al público ocupado, sin ningún tiempo para cavilar, ni deliberar; de vuelta a granja como los otros animales.

2. Crear problemas, para más tarde ofrecer soluciones.

Este método también es denotado como el bucle cíclico del problema-reacción-solución. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público exija la puesta en marcha, o, en su defecto, la reactivación de enérgicas y firmes leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: forjar conscientemente una crisis económica para propiciar la aceptación, como un mal necesario e inevitable (el renombrado principio TINAthere is no alternative; no hay alternativa-), el consiguiente retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos en las sociedades de nuestro tiempo.

3. La estrategia de la gradualidad.

A la hora de contribuir a la transigencia ciudadana de una medida, en condiciones estables, juzgada como inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990 –thatcherismo; reaganomics (New Deal al revés)-: Estado mínimo o residual, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no garantizan ingresos decentes. En fin, tantos cambios que hubieran desencadenado una revolución social –contestabilidad social, descrita por el politólogo francés Petitt- si hubiesen sido implementadas de una sola vez.

4. La estrategia del diferimiento.

Otra manera alternativa, en su caso, de coadyuvar a la adhesión social de una iniciativa político-económica decisional impopular radica en presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura, puesto que entraña mayor asequibilidad acatar un sacrificio futuro que uno de tipo inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado de forma inminente. Asimismo, porque el ciudadano, alberga, en el fondo, sin excepción, la esperanza ingenua de que “todo irá mejorar mañana” y que, por ende, el perjuicio requerido podrá ser evitado. Ello proporciona más tiempo al público para acomodarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento preciso de su puesta en marcha.

5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad.

La mayoría de las estrategias de comunicación político-electoral dirigidas al grueso de la opinión pública utilizan discursos, argumentos, personajes y entonaciones particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador se tratara de una criatura de poca edad, carente de suficiente volición efectiva. Cuanto más se procure perseguir embaucar al espectador, más se tenderá a adoptar un tono infantilizante. ¿Por qué? Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad.

6. Emplear el aspecto emocional, en mayor medida, que la propia reflexión.

Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para ocasionar un corto circuito en el análisis racional, así como al sentido crítico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos…, favorables a la pretensión urdida por los agentes político-económico-sociales, en pos de que su idea-eje cale con mayor firmeza y vigorosidad.

7. Sumir al público objetivo en la ignorancia y la mediocridad.

Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposible de alcanzar para las clases inferiores.

8. Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad.

Promover al público a atenerse a una determina convención social, como tendencia modal del presente, el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto, malhablado, admirador de gentes sin talento alguno, a despreciar lo intelectual, exagerar el valor del culto al cuerpo y el desprecio por el espíritu… Así las conciencias en sí y para sí, término aducido por Karl Marx y su discípulo Engels en su obra cumbre Grundisse, brillarán por su ausencia, siendo suplidas por la cultura del sí, perseguida por las fuerzas de la reacción y de los mercados financieros. Sumiéndonos, así, y circunscribiendo el concepto de libertad a la unidimensión limitada del circuito económico, a la de la sopa del consumo, controlando nuestra psique, sin posibilidad de trascender más allá de lo material, cosificando y mercantilizando nuestras posibilidades en la esfera de lo participativo, de lo inclusivo, de lo social.

9. Reforzar la autoculpabilidad.

Prosiguiéndose este precepto, se aboca a hacer creer al individuo que es solamente él el culpable de su propia desgracia y/o carencia de autorrealización personal (en la jerarquía de necesidades de Maslow), por causa de la insuficiencia de sus aptitudes físicas, psíquicas y/o intelectuales, así como de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se autodesvalida y se inflige culpa, lo que desembocará en un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. ¡Y, sin acción, no hay revolución, ni transformación social!

Y, en último término e instancia,

10. Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen.

Máxima predicada por las esferas de poder desde, a lo sumo, el siglo XVII. Es decir, para conocer a los demás, e influir sobre ellos, condicionando la vida en comunidad, DEBES CONOCERTE, primero, A TI MISMO. Por ello, en el transcurso de los últimos cincuenta años, los avances progresivos de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídos y utilizados por las élites dominantes. Así, gracias a la aportación de disciplinas tales como la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, en sus variantes física como psicológica. Con ello, el sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto se traduce en que, en la mayor parte de los casos, el sistema proyecta un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos, máxime cuando carecen del componente esencial capaz de remover obstáculos frente al más genuino y significativo cáncer de las sociedades de nuestro tiempo: la fuerza social colectiva, contra el abuso de poder, en cualquiera de sus manifestaciones, contra los más vulnerables. Elemento que se inhibe (el relativo a la fuerza social colectiva), alimentándose para ello el conocido como conflicto de interés entre colectivos, en teoría, portadores de intereses semejantes, para así dividirlos, y sonsacar tajada de tal cisma el establishment que ha diseñado tal argucia, pues el statu-quo no podrá, así, ser puesto en cuestionamiento, garantizándose, por ello, su continuidad y perpetuación.

Un cordial saludo a todos.
 
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