Sí
Buenos días,
A título particular, puedo afirmar haberme topado con exponentes de diversa procedencia, género y profesión, algunos sumamente célebres y perennemente inmortalizados en la retina de la memoria colectiva del pueblo español (en algunos casos, latinoamericano), en áreas tan variopintas como el teatro, la política, la música y/o el fútbol.
No me complacería prodigarme en prolijos detalles innecesarios en su extensión y longitud, pues algunas vivencias corresponden estrictamente a mi parcela de fuero íntimo y, como tales, el único capaz de rendir cuentas acerca de ellas debe ser servidor de mí. No obstante lo anterior, puedo permitirme la licencia de revelar la identidad de algunos de ellos, para que seáis copartícipes de tales anécdotas.
En el plano artístico, a Aitana Sánchez-Gijón, con quien departí (en compañía de otros asistentes) un encuentro informal entre público e intérpretes sumamente plagado de alicientes enriquecedores en lo intelectual y cultural, con motivo del cierre de función de la obra dramatúrgica Odiseo y Penélope, en el Festival de Teatro Clásico de Mérida de 2006. Y, casi una década con posterioridad, este verano, en 2015, me reencontré con dicha exponente tras registrar una impecable (y de bella factura) secuencia escénica en Medea. Una muy cortés, educada y sensible persona, plagada de conciencia del deber y sentido de la responsabilidad. Una especie en peligro de extinción en los azarosos y volátiles tiempos que corren por nuestros lares.
Y, en segundo término, a Pepa Flores, aunque la mayoría la conocerá, previsiblemente, por su nombre artístico: Marisol. Gran conocedora de la realidad sociopolítica de nuestro tiempo, me impactó sobremanera el sofisticado bagaje cultural que detenta en su haber, sin duda superior al de la mayoría de la opinión pública, y contrario a la corrección política de seguimiento de las corrientes modales que pululan en la actualidad. Un ejemplo de coherencia y congruencia con uno mismo y, en una era en la que la fama y la popularidad no conectan a la perfección con el mantenimiento de la integridad, los principios y la inquebrantable lealtad de las personas con su dignidad, tan desvencijada por la superioridad incontestable del dinero como único valor social de referencia, ella ha supuesto el ejemplo diametralmente opuesto. Y ello es digno de respeto y consideración, como mínimo.
En la esfera político-representativa, obviamente, por cuestiones profesionales, me he topado con una multiplicidad sinnúmera de altos y medios cargos institucionales. Uno de ellos, César Alierta, presidente de Telefónica (Movistar). Y a un alcalde de un pequeño municipio -sobre cuyo perfil no me pronuncié- con quien coincidí durante mi etapa académica y el cual me deparó, años más tarde, una profunda decepción en lo personal, pues se halló imputado en una caso de corrupción que aún no ha sido juzgado como tal. Aunque sí perdió el báculo de poder en las subsiguientes elecciones municipales, afortunadamente.
Y, en última instancia, en lo relativo al balompié, consignar mi vinculación -con motivo de un acto episódico, más allá del cual no entrañó implicación posterior- con, entre otros, Fernando Hierro, Raúl González y Pedro Munitis (Rácing de Santander).
Nada más por mi parte. Un cordial saludo.