"El juego es voluntario. Lo que en determinadas circunstancias podría ser un juego se convierte en trabajo si es obligatorio: cae por su propio peso. Bernie de Koven definió el juego como la suspensión de las consecuencias. Si con eso se pretende decir que el juego es intrascendente, esa definición es inaceptable. Eso sería envilecer el juego. Se trata de que las consecuencias, de haberlas, sean gratuitas. El juego y el don, que son manifestaciones del mismo impulso, el instinto lúdico, están estrechamente emparentados. Tienen en común un desdén aristocrático por los resultados. Jugar aporta algo al jugador; por eso juega. Pero la recompensa fundamental reside en la experiencia de la propia actividad (sea cual sea). Algunos estudiosos del juego, por lo demás perspicaces, como Johan Huizinga ( Homo Ludens), lo han definido en función de los juegos que obedecen a reglas".