pussycontrol
HideOuter Gayhetero
"Solemos contraponer el juego a lo serio. El juego considerado pueril, estaría del lado de lo inútil, lo superfluo, de lo no esencial. Lo serio, lo supuestamente maduro, encarnaría lo real, verdadero, lo eficiente. Nada es mas estúpido que esa oposición, nada mas falso.
Porque el juego es el summun de lo serio. No es accesorio ni secundario. No es una distracción. No es nada fútil. Al contrario es la actividad humana fundadora de todo lo demás. Y esto no es difícil de demostrar. Es una cuestión crucial para abordar el espíritu de la infancia. En todas partes y siempre, la infancia juega. No hace otra cosa. Electivamente. Constitutivamente.
Pero ¿en qué sentido? ¿Revelando así su inanidad, su debilidad? ¿Mostrando, en esos universos artificiales que son los juegos, su falta de lucidez, su alejamiento de la realidad? ¿O haciendo estallar a plena luz la potencia creadora de lo imaginario, la libertad soberana de instaurar reglas, la gratuidad suprema por la que se reconocen los actos propiamente humanos?
Dime cuál es tu concepción del juego y te diré cómo defines lo humano, lo divino, la vida, el mundo... En ese sentido, la infancia y sus juegos son un indicador, un filtro o un prisma.
¿Qué hacen los niños cuando juegan? Una serie de gestos fundadores. Imitan. En algunas tumbas de niños sumerios se han encontrado carritos. En todas partes, a través de los siglos y las civilizaciones, se han hallado utensilios en miniatura, armas reducidas, muñecas y casitas de muñecas. Reproducir lo que hacen los mayores, apropiarse de sus gestos, esta es la función primordial del juego.
¿Imitar como los monos? Si uno quiere relegar la infancia a una forma d bestialidad, de imitación servil y torpe, dirá eso. Pero también es posible imaginar q estos modelos reducidos son recreaciones del mundo, reinvenciones imaginarias. "He aquí lo que es un carro, lo que puede hacer, lo que debería hacer, he aquí lo que yo decido que haga, aquí y ahora", dice soberanamente el espíritu de la infancia. Y el carro hace lo que le dicen. Como las muñecas, las figuritas, los soldaditos y tutti quanti.
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Porque el juego es el summun de lo serio. No es accesorio ni secundario. No es una distracción. No es nada fútil. Al contrario es la actividad humana fundadora de todo lo demás. Y esto no es difícil de demostrar. Es una cuestión crucial para abordar el espíritu de la infancia. En todas partes y siempre, la infancia juega. No hace otra cosa. Electivamente. Constitutivamente.
Pero ¿en qué sentido? ¿Revelando así su inanidad, su debilidad? ¿Mostrando, en esos universos artificiales que son los juegos, su falta de lucidez, su alejamiento de la realidad? ¿O haciendo estallar a plena luz la potencia creadora de lo imaginario, la libertad soberana de instaurar reglas, la gratuidad suprema por la que se reconocen los actos propiamente humanos?
Dime cuál es tu concepción del juego y te diré cómo defines lo humano, lo divino, la vida, el mundo... En ese sentido, la infancia y sus juegos son un indicador, un filtro o un prisma.
¿Qué hacen los niños cuando juegan? Una serie de gestos fundadores. Imitan. En algunas tumbas de niños sumerios se han encontrado carritos. En todas partes, a través de los siglos y las civilizaciones, se han hallado utensilios en miniatura, armas reducidas, muñecas y casitas de muñecas. Reproducir lo que hacen los mayores, apropiarse de sus gestos, esta es la función primordial del juego.
¿Imitar como los monos? Si uno quiere relegar la infancia a una forma d bestialidad, de imitación servil y torpe, dirá eso. Pero también es posible imaginar q estos modelos reducidos son recreaciones del mundo, reinvenciones imaginarias. "He aquí lo que es un carro, lo que puede hacer, lo que debería hacer, he aquí lo que yo decido que haga, aquí y ahora", dice soberanamente el espíritu de la infancia. Y el carro hace lo que le dicen. Como las muñecas, las figuritas, los soldaditos y tutti quanti.
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